Su nombre es Lorelay Paz, tiene 44 años, es arquitecta especializada en arquitectura del paisaje, tiene lupus y vive en la Ciudad de México. Comparte sus reflexiones sobre cómo ha vivido con la enfermedad, así como sus aprendizajes en la natación y su participación en la Brazada por los Derechos de las Personas con Lupus, convocada por Cetlu.
A los 17 años, Lorelay Paz era una ferviente jugadora de básquetbol. Un día, le dio una trombosis en la pierna izquierda y tuvo que dejar el deporte. Tras mucho tiempo, le diagnosticaron Síndrome antifosfolipídico primario.
Alrededor de seis años después, salió de la trombosis. Hace siete años le diagnosticaron lupus. Después de casarse, empezó a tener recaídas y se dijo: “Tengo que hacer algo. Tengo que hacer un ejercicio”. Entonces, empezó a correr, pero no terminaba de convencerse.
Dado que desde niña había practicado natación, se metió a una alberca. Luego, se integró a un equipo de natación. Después, se adentró en el nado en aguas abiertas. Vive convencida de los beneficios de este deporte:
— Para mí, la natación es la panacea. Me gusta sentirme fuerte y la natación me da eso.
Además, obviamente, Lorelay explica que nadar tiene beneficios físicos y sociales:
—Te ayuda a que estés delgado, esa es una consecuencia. Lo padre es sentirte fuerte y capaz. La natación es un deporte individual, pero conoces a mucha gente. Formas parte de un equipo, y se vuelve un espacio donde puedes conocer personas afines, que te van a apoyar siempre.
Y ello, a su vez, tiene beficios emocionales:
—Eso me gusta mucho de la natación, sentirme apoyada, y no tener mis recaídas. Eso es fenomenal. Luego siento que hasta se me olvida que tengo lupus. Cada seis meses que voy a ver a mi doctor es cuando digo: “Ah, sí es cierto, tengo lupus”. Realmente estoy muy bien.
Pero en este trayecto de la natación, recuerda un momento crucial:
—Cuando empecé a nadar de manera formal, mi primer logro fue nadar un kilómetro en una hora. Me costó un año llegar a ese objetivo. Me acuerdo que hasta lo apunté en mi agenda, porque fue un gran logro. Hoy, mi calentamiento es un kilómetro en 20 minutos.
Los motivos
Lorelay narra su inicio en la natación:
—Entré por mis crisis de lupus, que eran ya muy fuertes. En las crisis tengo sangrados, me pongo muy mal y por lo regular me hospitalizan, pues bajan mucho mis niveles de plaquetas. Esos son mis picos altos. Cuando empecé a nadar mis recaídas eran muy frecuentes, cada dos o tres meses y mis niveles de triglicéridos estaban muy mal. Además, estaba gordita. Todo mal. Otra cosa es que, cuando estaba muy cansada, me dolían las articulaciones, pero con la natación, todo eso empezó a cambiar. Empecé a dejar de tener tantas recaídas; empezaron a ser espaciadas, cada dos o tres años. Mis triglicéridos y otros elementos se arreglaron y mis articulaciones también. Ahorita, cuando tengo un dolor de articulaciones es porque le exijo demasiado a mi cuerpo. Cuando tengo mucho estrés, me empiezan a doler, pero ya no es algo regular.
En 2022, Laura Athié, presidenta del Centro de Estudios Transdisciplinarios Athié-Calleja por los Derechos de las Personas con Lupus A. C. (Cetlu), organizó la primer Brazada por los Derechos de las Personas con Lupus©. A esta iniciativa se sumaron las asociaciones Lupus Mx Oficial y Lupus Morelos, así como Karime Athié y Odette Paz, hermana de Lorelay.
—Mi hermana Odette, que también tiene lupus, me dijo que se quería organizar la Brazada por los Derechos de las Personas con Lupus. Yo estaba metida muchísimo en la natación, y al decirme lupus más natación, quise ser parte. Entonces, Odette me contactó con Laura Athié y así fue como tuve la oportunidad de integrarme a la organización. Me sumé para apoyar en el área técnica: definir cómo iban a ser las competencias, los tiempos, llevar a los jueces y hacer las medallas.
A partir de esta experiencia, abunda en los beneficios de la natación.
—Es un deporte que te mejora físicamente, porque no es nada agresivo con tus articulaciones. Lo que encuentras en la natación es como un círculo de apoyo. Ahora, veo que muchas de esas cosas eran lo que yo necesitaba cuando estaba al borde de mis crisis. Incluso, me sorprendió mucho saber de más personas con esta enfermedad en este círculo de apoyo. Por ejemplo, compartí la convocatoria de la primera Brazada con mi equipo de natación y yo no sabía, pero una de mis compañeras también tenía lupus. Era alguien con quien luego platicamos de muchas cosas, pero de eso nunca habíamos hablamos. Me sorprendió que ella estaba por los mismos motivos que yo y también trabajaba mucho. Como arquitecta, soy mucho de estar en la obra. Voy a nadar y luego me voy a trabajar, no tengo pausas. Ella estaba igual, pues es dentista y también está enfocada en sus cosas. Me dio mucho gusto que la gente con este problema siempre trata de estar mejor.
En resumen, dice Lorelay:
—Al nadar, te empiezas a sentir mejor. Tu cuerpo empieza a reaccionar. En mi caso, por ejemplo, todo lo que eran mis niveles de triglicéridos, los problemas de estrés y los problemas de articulaciones se me arreglaron y, por ende, empecé a tener menos crisis. Te mejora tu estado de ánimo y te cambia la mentalidad. Mi mayor felicidad es la gente que he conocido y saber la paz que pueden tener mi cuerpo y mi mente.
Los gozos
Lorelay encontró en las aguas abiertas un reto que la motivó a seguir nadando:
—Lo que más me gusta de la natación es haber descubierto las aguas abiertas. La primera vez que me metí a aguas abiertas no fue tan difícil, pues fue en la laguna de Tequesquitengo y era nadar tres kilómetros. Estaba muerta de miedo, obviamente, pero cuando lo logras es una satisfacción increíble y se vuelve como una adicción. Después ya pude hacerlo en Bacalar y en Acapulco, en ambos lugares son cinco kilómetros.
Y es que explica que:
—Siempre es un reto. Nunca sabes con lo que te vas a encontrar. Por ejemplo, en Bacalar, cuando estaba en medio de la laguna, porque toda la primera parte empiezas viendo el fondo de la laguna y está muy bonito, pero de repente das la vuelta y llegas a una parte donde sólo ves oscuridad. Incluso te dicen que no hay marea, pero no es cierto, sí hay marea y está fuerte. Entonces tienes que ir en contra de la marea, o encontrar la forma de trabajar con ella. No cualquier deporte te puede dar la experiencia de estar viviendo una cosa así.
Así descubrió el goce de sentirse vulnerable y fuerte:
—Ver lo vulnerable y, a la vez, lo fuerte que eres. Es como que de la nada sale una fuerza interna que te hace terminar. Eso me encanta de la natación, que te da la posibilidad de llegar a esos lugares. Es saber que, si te preparas, eres constante y eres disciplinado puedes lograr cosas. Que tienes el poder en tu mente de hacer las cosas.
Y es que el lupus no te define. En sus palabras:
—Sí, nos tocó tener lupus, pero esa no es una barrera, al contrario, es una motivación. Es como dicen: “Dios nunca te da batallas que no puedes librar”. O sea que si me tocó fue porque era algo que me iba a hacer crecer, no porque me fuera a vencer. Así, Lorelay sigue nadando e impulsando a otras personas con lupus a que lo hagan.
Lupus filial
—Mi hermana Odette es más chica que yo. Yo me enfermé a los 17 años y ella se enfermó como unos dos o tres años después, pero ella sí fue directo al lupus, y fue muy duro. Como familila, con ella descubrimos lo que era el lupus. Cuando empecé con todo esto, entré al lupus sabiendo qué era. Yo entré muy suavecito, pero mi familia ya estaba acostumbrada a lo que significaba la enfermedad.
Es bonito tener su apoyo, porque ella entiende perfectamente mis dolores y yo entiendo los suyos. Somos muy unidas. Las dos andamos siempre corriendo, en nuestras cosas, pero estamos pendientes la una de la otra.