En entrevista, la campeona mundial de nado en mar abierto, Carolina Calleja, habla sobre los retos que enfrenta al ser persona con lupus y los beneficios de la natación en el proceso de control de la enfermedad. También aborda cómo es su preparación para nadar en aguas abiertas y las enseñanzas que le ha dejado esta práctica.

Antes de recibir el diagnóstico de lupus, Carolina Calleja tenía una vida feliz y tranquila de “madre de familia, esposa y profesionista con algunas dolencias y ciertos malestares que se le atribuían al hipotiroidismo”.
En su caso, el diagnóstico significó un acto liberador: “Supe que lo que sentía no era fruto ni de mi imaginación, ni de una cuestión psicosomática, sino algo que tiene nombre y apellido. Fue una tranquilidad tremenda”.
Entonces, llegó el reto: “¡Ok, tengo lupus!, pero ¿qué es el lupus?”. En el proceso de aprendizaje, también vivió la revelación: “Conocí a una Caro que no se achicó”.
Con temple, le explicó a Rob, su hijo: “Amor, es una característica más con la que voy a vivir toda la vida y por la que me van a dar tratamientos para que yo esté lo mejor posible día a día, pues cada día va a ser diferente”.
Hoy, Carito tiene otra característica que la hace destacar: es Campeona Mundial de Nado en Aguas Abiertas.
Un año de switches
—El año 2015 fue complicado para mi familia, porque tuvimos tres diagnósticos: en mayo, lupus eritematoso sistémico, tiroiditis Hashimoto, Síndrome antifosfolípido y Síndrome de Sjögren para mí; en junio, cáncer de vejiga para mi esposo, y, en agosto, Síndrome de Asperger para mi hijo. Cuando lo veo en retrospectiva, agradezco que se haya dado así la sucesión de los eventos. Gracias a que me diagnosticaron a mí primero, no me achiqué, no tuve tiempo de ni siquiera quedarme en el drama. Más bien fue decir: “Órale, tienes un esposo que sacar adelante y un hijo que también te necesita”. Fue como un intensivo de cosas límite, pero, al darse en el orden perfecto, descubrí una Caro bien capaz. Me gustó.
En cuanto a su propio diagnóstico, Carito Calleja recuerda las palabras de su médica reumatóloga, Mari Carmen Amigo:
—Cuando la doctora Amigo me diagnosticó, hizo una analogía que se me quedó muy grabada. Me dijo: “Es como si fuera un tablero de switches, así es el lupus. De repente se van a prender unos, de repente se va a prender otro, y lo que vamos a tratar es que ese tablero siempre esté parejito con los menos switches prendidos. Tu vida sí va a tener uno que otro switch ahí dándote lata, pero vamos a tratar que sea lo menos”.
El mismo mes de su diagnóstico, dos semanas antes, Carito había regresado a la natación, deporte que había practicado en su época universitaria por una lesión en la espalda: “En aquel tiempo, competí en alguna ocasión y me fue muy bien en Estados Unidos. Después me casé, me dediqué a la vida laboral y dejé de nadar”.
—Entonces, fue muy bonito, porque me reencontré con la natación. Para mí, la natación ha sido siempre mi medicina. Cuando era chavita, me curó de la espalda y ahorita me ha ayudado a cuidar mi capacidad articular y pulmonar. A la natación le agradezco que estoy aquí.
Supe que lo que sentía no era fruto ni de mi imaginación, ni de una cuestión psicosomática, sino algo que tiene nombre y apellido. Fue una tranquilidad tremenda.
Luego, llegó el mar. Mientras esperaba para entrar a una biopsia renal y por primera vez se descubría asustada por las implicaciones del lupus, Carito vio en su celular que una amiga suya había ganado un Mundial de natación de aguas abiertas:
—Yo dije: “Esto está muy lindo”. Y pensé: “Si ella pudo, pues, ¿porque yo no?”. Investigué y vi que el próximo Mundial era justo un año después. Me volteé y le dije a Raúl, mi esposo: “Ahí vamos a estar”. Me hicieron la biopsia renal y empecé con tratamientos. Todo ese año me preparé, porque yo dije: “¡Quiero llegar primero!”. El proceso es selectivo, porque haces una clasificación que era en agosto, y yo dije: “Tengo que llegar bien a agosto y después a octubre”. O sea, tenía que ganarme el lugar para irme al Mundial. Mi meta era llegar al Mundial. No sabía si iba a ganar, perder, no me importaba, yo quería estar en la competencia. Ésa era mi meta y así fue.
Justo un año después , Carito se subió al avión para ir a Cozumel y competir por su lugar en el Mundial.
—Nos tocó la tormenta Franklin. Mi esposo me dijo: “Esta es una señal de que no debes de nadar mañana”. Le dije: “No, al contrario, entre más difícil sea el reto, más gratificante va a ser”. Entonces me dijo como siempre me dice: “Eres la reina de la necedad máxima”. Al día siguiente, efectivamente, el mar estaba picado, pero sí estaba en condiciones para nadar.
Carito ganó el primer lugar en Cozumel. El mar era lo suyo. Habló con su médica y su nefrólogo para que le hicieran adecuacione en el tratamiento, con miras al Mundial. Y siguió adelante.
—En octubre, llegó el Mundial y me metí al Mediterráneo. Me recuerdo entre toda la gente y sintiendo con cada célula de mi cuerpo el frío y el sabor del agua. Estaba saliendo el sol. Me dije: “Es que esto es un sueño. Lo lograste, eres muy capaz, eres una fregona y vamos a darle”. Y así fue. Me eché mis 5.8 kilómetros. Llegué y dije: “Pues a ver cómo me va”. Cuando reviso las listas, veo que está mi nombre: primer lugar. No te puedo decir la emoción que sentí. Había un coro de viejitos en la plaza de Benidorm y cuando oyeron que era yo de México, porque Raúl sacó la bandera y empezamos a gritar, el coro de viejitos empezó a cantarnos “Cielito lindo”. Lloré a mares. Fue una experiencia bien retadora. Ahorita que lo veo en retrospectiva, digo: “¡Qué bárbara! ¡cómo! ¡qué aventada!”. Pero creo que así se hacen las cosas. Cuando tienes la voluntad de lograr algo y tienes la mente y el corazón puestos en un objetivo, no hay nadie, ni nada, que te haga quitar el dedo del renglón.
Después de eso, Carito ha conquistado cuatro campeonatos y en tres de ellos ha roto el récord del torneo. Además, cuando subió a su Instagram un video grabado por su suegro, en el que ella nada estilo mariposa en el mar, el coach de Michael Phelps le escribió que su “técnica era espectacular, que tenía fuerza y belleza en la brazada”.
Nadar con lupus
Las preguntas son muchas, pero Carito Calleja mantiene la calma y da respuestas: ¿Qué hace una nadadora con lupus?, ¿de qué se alimenta?, ¿cómo se puede preparar para una competencia? Incluso, ¿hay que pedir una boya o llevar aletas?
—La alimentación la tiene que ver cada quién con sus doctores o nutriólogos, porque las necesidades varían de persona a persona. Yo, por ejemplo, cuando voy a competir, como crema de cacahuate, me encanta, pero a muchos les genera acidez. Tienes que ir checando qué alimentos, según tu tolerancia. Una regla básica es la hidratación. Hay especificaciones de que por kilómetro nadado tienes que tomarte 250 mililitros de suero un día antes de competir. También el sabor de los electrolitos. Hay que saber cuál te funciona a ti y cuál no. Tienes que ir viendo con tu doctor y tu nutriólogo qué puedes consumir. En cuanto a las boyas, por ejemplo, en la competencia que fui a Colombia no pedí boya y fue un error tremendo. Cuando yo empecé, eran súper sencillas, como globos inflados; ahorita ya hay con bolsitas para guardar gomitas, barritas o electrolitos. Tienes que checar qué tipo de boya te acomoda y traerla lo más pegada que se pueda a la espalda, para que no te estorbe al bracear y patalear. Lo de las aletas o no aletas también depende de qué tanta fuerza tengas en las piernas y de tus articulaciones. En lo personal, evitamos las aletas hasta en el entrenamiento, porque pueden ser muy rudas con las articulaciones. Para nosotras, como pacientes con lupus, no son lo más recomendado. Sí agarras velocidad y te sientes la sirenita, pero no es la mejor opción. Yo creo que no hay nada más lindo que nadar con lo que tu cuerpo tiene. Eso es la maravilla del reto: ver las capacidades de tu cuerpo.




Con la serie de eventos que acompañan la vida de Carito, es natural preguntarse: ¿Cómo le hace todos los días para levantarse?, ¿qué piensa cuando se va a tirar al agua y le duele algo? Es decir, qué significa ser nadadora con lupus:
—Hace poco estaba con un amigo viendo lo que llevaba en su maleta. Le dije: “Qué padre que tu maleta nada más sea llevar geles e hidratación”. Yo tengo que llevar los medicamentos. Mi marido se reía, porque el día de la Brazada por los Derechos de las Personas con Lupus, yo le decía: “No pasa nada si se me olvida el medicamento, ahí seguro encuentro”. Yo hago mi maleta de la natación y la de medicamentos. Aparte de eso tengo que hacer un escaneo diario del cuerpo, para saber cómo estoy. Con los ensayos previos a la competencia, ya sé qué me va a doler, porque vives con el dolor. Aunque lo tengas súper mentalizado, también piensas: “¿Qué voy a hacer para que las otras partes no me duelan y, además, ayuden a esa parte que no puede trabajar bien?”.
Cuenta que en sus entrenamientos:
—Lo primero que hago, al llegar a la alberca, es aventarme un clavado de bombita. Esa sensación de sentir el agua en todo el cuerpo, de golpe, es como decir: “¡Gracias, Dios, estoy aquí! Esta es mi zona de seguridad y es una zona donde yo me siento muy capaz”. Y con esa mentalidad voy empezando a nadar.
Y una vez en el agua se hace más consciente de su cuerpo:
—Conforme avanzo, detecto algunas molestias: “¡Ah ok!, me duele el hombro, no pasa nada.… ¡Ah!, también me duele la espalda, no pasa nada”. Dices: “Ok, me duele el hombro derecho. ¡Ah qué padre! porque ayer me dolían los dos. Vamos de gane”.
Cuando entro a la alberca, agradezco por estar ahí, por el día y por dar lo que tenga que dar con lo que traiga. Pienso que todo va a salir bien y que fluya. Yo creo que eso es bien importante, no generar una expectativa. Es estar consciente de que tienes algo que falla y que no está mal, para nada está mal. Por ejemplo, ahorita si la pierna está fallando, bueno, ya sabemos que la otra pierna le va a echar un poquito más, y ya sé que los brazos van a tener que bracear un poquito más, pero quizá la próxima semana la pierna ya está súper bien y entonces voy a volar. Va a estar súper padre. No pasa nada. No hay ninguna expectativa que romper. Si lo logro, ¡qué padre! y si no, tengo la oportunidad de mañana y al otro día y el día que sigue, y así.
¿Cómo se percibe Carito Calleja?
—Estoy plena y satisfecha con lo que he logrado, independientemente de lo deportivo. Yo creo que el logro más importante para mí ha sido poder entender mi cuerpo, escucharlo, porque es bien difícil saber que tienes un límite. Siempre sientes que puedes con todo, y hay que entender que no es así; pero lo que puedes, lo vas a hacer lo mejor posible. Ése ha sido mi mejor descubrimiento: sacar lecciones de lo que me pasa, tratar de no repetir los errores, y tratar de entender y escuchar.
Carito concluye con una definición para ella y para todas las mujeres con lupus que cada día, en sus respectivos espacios, se atreven a defender la ilusión:
—Somos guerreras. Más que guerreras, somos unos mujerones. Yo quiero decirles a todas que sí se puede, claro que se puede. No es fácil, pero no es imposible.
Tiene un tiempazo, señora
¿Qué recuerda Carito?
—Cuando gané el Campeonato Mundial, no te puedo decir la emoción que sentí. Me fui corriendo. Traía un vaso de café y lo tiré para poder correr, porque Raúl estaba en un restaurant en la playa. Me vio llegar a toda velocidad y me dijo: “¿Qué pasó?, ¿qué pasó?, ¿qué pasó?”. Y yo: “¡Gané, gané, gané!”. Todavía le pedí a dos voluntarios que me lo confirmaran, porque pensé: “Chance y veo mal el renglón”. Entonces, me dijeron: “Tiene un tiempazo, señora”. Y yo sólo pensé: “¿Cómo que señora?”.